lunes, 5 de enero de 2009

las huellas del gran terror 2 (enero 2008)

“No tengo nada contra los forasteros. Mis mejores amigos son forasteros. Pero lo que pasa es que este forastero es de aquí”
Asterix

Ya os he comentado que la religiosidad y el nacionalismo han vuelto a resurgir. El marido inglés de una de por aquí dice que cuando desaparece la religión o la monarquía, la gente se queda vacía. Me pareció reaccionario. Castells, en el volumen 2 (El poder de la identidad) de “La Era de la Información”, lo dice de manera más académica y suena mejor: “el vacío ideológico creado por el fracaso del marxismo-leninismo para adoctrinar realmente a las masas fue reemplazado en los años ochenta, cuando el pueblo fue capaz de expresarse por la única fuente de identidad que se conservaba en la memoria colectiva: la identidad nacional.”

Aunque yo no he tenido ninguna experiencia personal hostil se cuentan anécdotas que hablan de racismo. Agresiones a personas extranjeras, entre ellas a un guineano que trabaja en la embajada, que llevaron a solicitar una reunión con el Ministerio ucraniano de Exteriores; becarios españoles a los que no se les deja entrar o no les sirven en bares de Jarkov, antigua capital de Ucrania.

Hobsbawm ha intentado explicarse en “Entrevista sobre el siglo XXI”, a propósito de la sorprendente reaparición de hostilidades nacionales, del racismo, de la separación y segregación de etnias en los países de la antigua URSS porqué el intento de coexistencia multinacional de los regimenes comunistas, pensemos también en la Yugoslavia de Tito, no ha dejado ninguna huella en la conciencia de esos pueblos. El historiador británico afirma que “Los regímenes comunistas eran, en cierto sentido y deliberadamente, regímenes elitistas. Aunque sólo fuese por el énfasis que ponían en el papel de guía que debía desempeñar el partido. Su objetivo no era convertir al pueblo, las suyas no eran fes, sino iglesias oficiales. Por esta razón, la mayor parte de los pueblos sometidos a estos regímenes estaban fundamentalmente despolitizados. El comunismo no entró nunca en sus vidas en el sentido en que, por ejemplo, el catolicismo entró en las vidas y en las conciencias de los pueblos de América Latina tras la colonización. El comunismo era algo de lo que se esperaba buenos o malos resultados, pero que en general no fue interiorizado por los pueblos.” Me temo que esta explicación es demasiado benigna y soslaya el papel de la represión y que la despolitización es también el producto del miedo y la dictadura: pensemos en la España franquista. Y, además, embellece la URSS como ámbito de convivencia multirracial. Ya entonces, los predecesores de la KGB establecieron un rígido sistema de pasaportes que dividía a la población en grupos con diferentes derechos y privilegios. En el pasaporte figuraba la filiación del ciudadano, la etnia a la que pertenecía, las inscripciones del registro civil y, desde 1932, el permiso de residencia, que restringía la libre elección del lugar de residencia y de trabajo. Lo cuenta muy bien Grossman en uno de los primeros capítulos de su gigantesca “Vida y Destino” cuando describe los kafkianos problemas de una joven que trabaja para un organismo “paragubernamental” para obtener el permiso de residencia.

A mí el debate sobre nacionalismos y patriotismos me atrae: ¿Qué es eso que tantos odios y amores origina? Aparte de querer que ganen los españoles en las contiendas deportivas no entiendo qué pasión causa el pedazo de tierra donde el azar nos hace nacer. Cuando yo era más joven quería ser francés, y me fui a Paris pero esa es otra historia. Si se quiere lo que yo quería era ser europeo, con sus libertades y sus sistemas de protección social, pero no tener nada que ver con la España rancia de bigotitos acomplejados, machistas bajitos, meapilas inquisidores y matones cobardes que me ofrecían como futuro.

La verdad es que me siento un poco extraterrestre en estos temas que se supone que uno siente de forma natural (incluyo aquí, je,je,je, la pareja romántica, la familia, la patria y alguna otra cosa que se me olvida ahora) y que yo, sin embargo, creo que son construcciones artificiales, culturales. Convenciones útiles para la vida privada o colectiva pero convenciones, al fin y al cabo. Y como tales convenciones sustituibles por otras que sean útiles o divertidas o consensuadas para otras personas.

Frente a esa estupidez del nacionalismo, étnico o no, yo prefiero el mestizaje y el cosmopolitismo. Ahora he encontrado consuelo en eso del patriotismo republicano o constitucional o ciudadano pero no temáis, no creo que éste sea el mejor lugar para discutirlo. Pero ya que ha salido a colación es mejor acabar bromeando con un escritor ruso, Sergéi Dovlatov, que dice en su “Cuaderno de Apuntes”:

“ Un punto de vista liberal: `La patria es la libertad.'
Hay una variante: `La patria es aquella donde el hombre se encuentra a sí mismo.’
A uno de mis conocidos lo despidieron algunos amigos cuando se fue al extranjero. Alguien le dijo:
-¡Recuerda, viejo. Donde hay vodka, allá está la patria!”

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