lunes, 5 de enero de 2009

noticias del retorno (febrero 2008)

Parece que hice bien en dejar las vacaciones para Navidad. Cuando regresé, el río, el Dnieper o Dnipro, de un kilómetro de ancho, empezaba a deshelarse. Aunque todavía quedaba hielo por las orillas la corriente fluía por el centro y ya no se podía atravesar andando como, según parece, habían hecho los del lugar cuando la temperatura bajó a menos diecisiete. Creo haber entendido que durante la 2ª guerra mundial los camiones y tanques lo cruzaban sin problemas.

Ahora la temperatura oscila entre menos dos-más dos, y de vez en cuando caen suaves nevadas. Los días se alargan un poco más.

Los nativos me amenazan con una nueva bajada de temperatura en febrero. Casi lo estoy deseando porque todavía no he estrenado mi gorro ruso con orejeras.

Si estoy todavía por aquí el año que viene, pienso quedarme durante la Navidad para ofrecer un refugio a los amigos españoles del frío y la nieve, que también los hay, durante sus vacaciones.

Estas navidades han sido atípicas y no he tenido tiempo para casi nada. Murió mi madre y las programadas reuniones, comidas o copas con los amigos se redujeron al máximo. Por respeto a la parte creyente de mi familia visité tantas iglesias como en un viaje de turismo, escuché tantas tonterías solemnes como en una asamblea de profesores y soporté tanto ritual vacío como en una reunión de la burocracia sindical internacional.

Para desintoxicarme leo de un tirón, aunque saltándome páginas, “la puta de babilonia” y, aunque no me cuenta nada nuevo, disfruto con la mala leche de Fernando Vallejo.Al volver me encontré con mi nueva vida, ya casi rutinaria:

Se fue A., el policía, pues solo están seis o nueve meses, y llegó otro a sustituirle. A las mujeres de la embajada, nacionales y ucranianas, no parece gustarles tanto. Con A. se va también un poco del sentido común y cívico, democrático constitucional, de la embajada. Y ya sé que a muchos todavía les sobresalta y agita la memoria escuchar eso de una policía “al servicio de las libertades de los ciudadanos”. A mi me encanta vivirlo. No creo, siquiera, que ligara más cuando “los grises” contribuían a mantenerme en forma.

M., la secretaria del embajador, resbaló en la nieve y se rompió la muñeca: tres o cuatro semanas de baja. Nos sirve de aviso y escarmiento a los demás porque M. lleva casi 10 años aquí entre Moscú y Kiev.

E., jefa de visados, nos alimenta con potajes, patatas a lo pobre, lentejas y callos con garbanzos, elaborados con materia prima española, abundante tras los viajes navideños.

Estas comidas pantagruélicas, acompañadas de lo poco que te apetece salir de casa, por el frió y por la oscuridad, están arruinando mi cintura.

No sé si os habéis dado cuenta pero estamos de moda: han hecho chica Bond a una ucraniana, que seguirá los pasos de Milla Jovovic, ucraniana también; hemos ganado el doble femenino del Open de Australia; en el penúltimo episodio de Los Sopranos se cargan a una pareja de ucranianos, padre e hija; el Premio Goncourt de novela se lo dieron a “Las Benévolas” que transcurre en Ucrania en una gran parte y otro ucraniano, Grossman convierte en best seller su novela “Vida y Destino”; por último, el ballet oficial de Kiev actúa en Madrid estos días. Los ucranianos parecen de Bilbao.

En cuanto a la política tras muchos avatares eligieron Primera Ministra a Yulia Timoshenko. En el Parlamento tuvieron que repetir la primera votación dos veces porque los marcadores electrónicos daban empate. Al final, votaron a mano alzada. Me da que va a durar menos que el gobierno de Prodi. El otro día el Ministro del Interior y el Alcalde de Kiev se enzarzaron a leches. Como dos machotes. Como debe ser. El estilo Zaplana triunfa hoy en la Europa donde no pudieron hacerlo con la División Azul.

Veo ganar al Madrid en Digital Plus que, contratado en España, me he traído a Kiev. He orientado la antena hacia el satélite correcto y consigo la misma cobertura que en España. Hasta puedo comprar pelis pornos en taquilla. La verdad es que no necesito comprarlas porque no sé porqué razón entiendo perfectamente las películas pornos ucranianas. Con las de karatekas asiáticos y las de Van Damme me ocurre lo mismo. Tanta tele arruina mis lecturas. Acantilado, que bella editorial, está traduciendo a un escritor ucraniano, Andrujovich, que aunque no me acaba de convencer leo con fruición porque como dice Amos Oz:

“Si adquieres un billete y viajas a otro país, es posible que veas las montañas, los palacios y las plazas, los museos, los paisajes y los enclaves históricos. Si te sonríe la fortuna, quizá tengas la oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar. Luego volverás a casa cargado con un montón de fotografías y de postales.

Pero, si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.

Si no eres más que un turista, quizá tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino.

Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.

Cuando lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares, en sus sueños.

Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.”

Que así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario