
Otro día hablaré del racismo y la xenofobia. Hoy me preocupa la imagen, la sensación, que uno puede tener del país con estos datos. Siempre he odiado las generalizaciones sobre los habitantes de pueblos o regiones y me parecen tópicos perezosos. Sin embargo, si hablamos de imágenes subjetivas, entiendo que Ucrania sea ya para siempre un lugar de bárbaros y salvajes para E. Y esa es una impresión que me han transmitido muchos de los españoles con los que hablo. No se corresponde con mi percepción pero no me atrevo a decir que sea yo quien tenga razón.
¿Por qué? Porque sé que soy despistado y poco observador, confiado y cándido. Porque sé que vivo en una burbuja de cristal, con escaso contacto con el Kiev real. Sin embargo, mis pocas experiencias han sido positivas, y eso que todavía no he ligado: mis caseros no pretenden aprovecharse más de la cuenta de mi, son discretos, me van mejorando la casa y me pasan platos de comida a través de la ventana; mi cocinera no me sisa y me compra una ¡corbata! por Navidad; los nativos del trabajo me tratan con cariño o educación; la gente que conozco profesionalmente es amable en muchos casos y competente en otros. Mis anécdotas no me predisponen al rechazo aunque me saquen el dinero como si fuese un japonés en un taxi de Barajas o me hayan timado como si fuese un paleto.
Otros españoles hablan pestes: maleducados, egoístas, borrachos o sucios. Y les molestan cosas que a mi no me ocurren o me pasan desapercibidas, que me parecen que son nimias o que ocurren en cualquier lado. Perdonad las largas citas pero voy a recurrir a Andrujovich que por algo es natural del lugar. Al comienzo de “Doce anillos” un austriaco comienza a viajar a Ucrania, sin conocer el idioma, para buscar los orígenes de sus ancestros y va escribiendo cartas a sus amigos en los que el tono varía, según van madurando las circunstancias.

El austriaco describe aquí una realidad que seguramente es cierta. Sucio, descuidado y oscuro son adjetivos que se pueden utilizar para describir algunos aspectos de esta ciudad.

Dos ucranias. Pero ¿acaso no somos todos así?. Algo contradictorios y ambiguos, ángel y demonio. Eso sí, el austriaco entre una y otra carta había ligado.
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