lunes, 5 de enero de 2009

el ruso (marzo 2008)

Hace ya tres meses que abandoné mis clases de ruso. En honor a la verdad me abandonaron ellas, como siempre, pero, como siempre, parece, pero solo lo parece, lo prometo, que yo no me esforcé mucho para que se quedasen.

Resulta que la Embajada contrató a mi profe, arriba, a la izquierda del de la sonrisa de bobo, como secretaria del 2º jefe y ya no tenía tiempo para darme las clases. En un principio me pidió que no contratase a otra u otro profesor por si podía compaginarlo pero al final no pudo. Y mientras tanto yo perdí todos los incentivos y buenas voluntades.

Las clases eran divertidas.


Muchas clases las perdíamos charlando. Ivanka me hablaba sobre su manera de ver el mundo sabiendo desde el principio que yo no lo iba a entender. Me decía: “Yo no hablo de esto con las españolas, para las españolas yo soy una rubia tonta”. “Los derechos son polvo y diez pasos para atrás. Los derechos no se comen, no alimentan”. “El marido tiene la responsabilidad de la protección familiar.”Y su discurso me remontaba a la España de hace 50 años que parece revitalizarse en nuestro país con la llegada de la emigración: es una reivindicación de la dependencia. Una amiga dice que el dumping no se produce solo en los salarios sino también en lo afectivo. No es culpa suya pero quienes llegan a Occidente no solo son trabajadores en situación de indefensión, sin cultura reivindicativa ni conciencia de sus derechos, sino también mujeres con una sentimentalidad de culebrón que no han vivido las luchas de las mujeres por la igualdad. Y a los hombres les encanta.

Como dice Andrujivich en “Doce anillos”: “Son unas tías estupendas, bromeaba uno de los conocidos del austriaco, cuyo nombre no tiene aquí ninguna importancia, tienen el sex appeal de las putas y no están corrompidas por el feminismo.” En lo de la estética hay algo de exageración pero a mi profe le gustaba enseñarme sus uñas o los piercing de su ombligo de la misma forma ingenua que se lo enseñaría a su abuelo. De hecho cuando no recordaba algo o no conseguía pronunciar algo me consolaba igual: “No te preocupes: eres viejo y es normal que no te acuerdes.”
El ruso es complicado con sus consonantes débiles, su alfabeto cirílico y sus declinaciones. Además para mi es complicado cualquier idioma porque mi oído musical es pésimo. Y, digo yo, que algo tendrá que ver.

¿Se puede sobrevivir nueve meses sin hablar ruso? Se puede; con una docena de palabras en ruso (adno piva ochin jalodnaye”: una cerveza muy fría), un poco de sentido común, algo de inglés y un intérprete, en vivo o a través del móvil, en los momentos más complicados.

En la embajada no necesitas el ruso, en los supermercados tampoco, en los restaurantes encuentras la carta en inglés. Las ucranianas no te hacen ni caso. Y te dejas llevar por la comodidad.

Y además, qué cuernos, que el lenguaje es también el contexto, imaginación y atención. Si al intentar entrar en un bar a las diez menos diez te sueltan una parrafada mirando el reloj entiendes que dice “Perdone pero cerramos a las diez”. Si la cajera del banco o del supermercado te suelta otra parrafada en la que entiendes una cifra seguido de la palabra “grivna” entiendes que te esta preguntando si tienes algo suelto; etc. Yo hasta he interpretado un cartel electoral en el que ponía la palabra “políticos” y se veía a Yanucovich siendo besado en la mano por un elector y a Yulia Timoschenko en cambio, besando a una niña: “No todos los políticos son iguales”.
Otras veces la he cagado. Ante unos carteles que se veían en el metro con dos barquitos en la playa o dos loritos dándose el piquito deduje que anunciaban una agencia matrimonial cuando lo que realmente decían era “Disponible para publicidad”.

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