
El conflicto entre prorusos y europeístas, en verdad, parece existir. Ya Kapuzinsky hace quince años comentaba:
“Simplificando mucho las cosas, puede decirse que existen dos Ucranias: la occidental y la oriental. La occidental, la antigua Galitzia, territorio que formaba parte de la Polonia de entreguerras, es más ucraniana que la oriental. Sus habitantes hablan ucraniano y están orgullosos de sentirse ucranianos hasta la médula. Aquí se ha conservado el espíritu nacional, la personalidad y la cultura del pueblo. La situación es muy distinta en la Ucrania oriental, con un territorio más grande que el de la occidental. En ella viven más de 13 millones de rusos de pura cepa y por lo menos otros tantos semirusos; aquí la rusificación fue más intensa y brutal, aquí Stalin asesinó a casi toda la inteligencia. En los años 1932-1933 Stalin condenó a morir de hambre a varios millones de campesinos ucranianos y mandó fusilar a docenas de intelectuales. Se salvaron aquellos que habían huido al extranjero. La cultura ucraniana se ha conservado mejor en Toronto y en Vancouver que en Donietsk o Jarkov.”
A mi estas cosas de las identidades que acaban convirtiéndose en un problema de símbolos[1] me deprimen cuando no me aterrorizan pero parece que no pueden eludirse porque describen uno de los problemas centrales que airean los medios de comunicación. ¿Existe un proyecto de país que pueda llamarse Ucrania o una parte es polaca, otra rusa y otra genuinamente cosaca y ucraniana?

Y es que Ucrania, ¿cómo España?, es policéntrica, un fenómeno poco típico del espacio postsoviético. A excepción, quizás, de Lituania (Vilnius-Kaunas) y Kazajstán (Astaná-Almaty) que también presentan una situación parecida. Todas las demás repúblicas de la antigua URSS son monocéntricas. La policentricidad ucraniana es mayor pues, aparte de Kíev, el país tiene importantes centros regionales como Dniepropetrovsk, Lvov, Járkov. Se trata de mundos aislados que están representados por fuerzas independientes en política y que rivalizan los unos con los otros.
Los problemas nacionalistas sirven, como siempre, para enmascarar y distraer de los conflictos económicos y los problemas reales de las gentes. Por ejemplo, los problemas derivados de la “diferenciación de sus condiciones de vida”. No sé si en estas elecciones se está criticando o discutiendo de que en un polo se agrupan los ricos, cada vez más ricos, y en el otro, los pobres, cada vez más pobres. Como en cualquier lugar donde el nivel de vida es bajo, los contrastes deberían verse de una manera particularmente dura, cruda y desafiante pues se trata de un capitalismo o pseudocapitalismo, en su forma más primitiva, agresiva e implacable. Pero me temo que se discute de símbolos y banderas. Como por allá.
Alexander Iskandarián, director del Instituto Caucasiano de los Medios de Comunicación, y “proruso”, afirma que “no hay ni asomos de ideología, de discusión sobre el modelo de administración del país, ni de debates en torno a la OTAN o del Espacio Económico Unificado[3]. ¿De qué OTAN se puede hablar si son los acaudalados, cuyos capitales están encubiertos de un enigmático velo y que constituían la base del régimen estructurado por Leonid Kuchma[4], crearon el peor modelo de Estado corporativo y están saqueando a su población ingenua que a duras penas comprende su responsabilidad por el futuro del país? Escinden a Ucrania al socaire de un enfrentamiento de supuestos políticos.”
Pues eso. En los periódicos leeréis quien ha ganado.[1] Aquí como en España y sus guerras de banderas, de selecciones deportivas y demás chorradas[2] Hasta un disidente como Alexander Solzhenitsyn no puede ocultar su alma imperial rusa cuando al hacer público el proyecto del Estado que según él debería sustituir a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (“Como reorganizar Rusia”) propone que el futuro Estado se componga de Rusia, Bielorrusia, Ucrania y el Kazajstán del norte. Devolvamos el resto, añade, porque “no tenemos fuerzas para la periferia”.[3] Equivalente al antiguo Mercado Común Europeo pero centrado en Rusia y países vecinos[4] 1er presidente tras la caída de la URSS. Antiguo Presidente del Soviet Supremo de Ucrania