sábado, 1 de noviembre de 2008

Lenin

Paseos por la ciudad (1)

Un día, paseando, me encontré con la estatua de Lenin. Creí que había desaparecido pero parece que, como el Che, es un símbolo más respetado. Son, todavía, símbolos de rebelión y no de poder.

La estatua ya la había visto en una guía que tengo en inglés de la ciudad, editada precisamente en Leningrado porque data de 1987, de antes de que se cayese el muro. Seguir esta guía es como estudiar una geografía de las desapariciones simbólicas. Nombres de calles, uso de edificios y museos, monumentos, han cambiado en estos 17 años.

Kapuscinsk comenta en “El Imperio” otras desapariciones menos simbólicas. Parece ser que compró un plano de Kiev acompañado de una lista de 254 edificaciones, palacios, iglesias, cementerios destruidos por los bolcheviques.

Estos días ha habido jaleo en Estonia, Letonia e incluso por aquí, porque quieren quitar monumentos soviéticos que conmemoran la victoria contra el nazismo. En Tallin se trataba de trasladar el monumento al soldado soviético caído en la Segunda Guerra Mundial y fue respondido por las agresiones realizadas por grupos radicales rusos contra el personal diplomático de la Embajada estonia en Moscú.

Tiendo a pensar que estas cosas ocurren más por rechazo al imperio ruso que por despreciar la lucha contra el nazismo. Y tampoco se puede olvidar que en estos países vive una importante minoría rusa (30 por ciento en Estonia y 38 por ciento en Letonia) que se siente discriminada y esa situación es germen de conflictos racistas.

Derribar monumentos a dictadores es otra cosa. Cuando se dio tanto eco mediático al derrumbamiento de la estatua de Sadam Hussein, yo pensé que nosotros teníamos que hacer lo mismo con la estatua de Franco de Nuevos Ministerios. Yo quería convocar a la prensa y hacer una fiesta con champán. Para Bush, como para la camarilla de Aznar, parece haber dos tipos de dictadores. Solo hay que ver lo mal, “revanchista” decían, que les pareció que acabasen quitando a Franco con nocturnidad. (Vale, MA, a alguna izquierda también le pasa con Castro).

Esto de los símbolos va por barrios. En el último congreso de CCOO, los polacos de Solidarsnoc se quedaron estupefactos de oírnos clausurarlo, cantando, o malcantando, “La Internacional”. Para ellos, después de haberse visto obligados a cantarlo en la escuela y en todas partes, “La Internacional” es un canto de opresión y no de solidaridad. Es su “cara al sol” y vete tú a explicarles la diferencia. Es como cuando a mí me querían explicar lo de la Falange autentica, la falange traicionada por el franquismo. Sonaba a milonga. Y sonaba a ”fachas”. Cuéntales tú a éstos lo de la revolución traicionada. O apuntales al troskismo.


Yo he visto inaugurar o clausurar congresos de sindicatos latinoamericanos con todos los delegados cantando el himno nacional. Si el nuestro tuviera letra eso sería impensable en nuestro sindicato. Se cantaría el himno vasco, el gallego, catalán, hasta alguna canción de Labordeta en Aragón, pero el himno nacional, no.

Y, lo siento, pero la cosa tiene su miga, porque mientras la derecha siga apropiándose de la bandera, del himno, de la Asociación de Victimas, más difícil parece que nosotros nos encontremos cómodos con estos símbolos, más difícil que se conviertan en un territorio común, en una herencia compartida.

Pero me voy por las ramas. El caso es que andaba yo paseando y me encontré con Lenin.

Kapuscinski calcula que en Ucrania habría 5000 monumentos de Lenin.
Toda fabrica, escuela, hospital, cuartel, puerto, estación de ferrocarril, universidad, grandes plazas, puentes, parques, aldeas, ciudades que se precie tenía un Lenin. Yo, para no ser menos, me he comprado un busto en el mercadillo que hay en la “subida de San Andrés”. Y ahora no sé donde ponerlo. Dos calvos en casa son una multitud.
El culto a Lenin esta comentado de forma divertido por Steinbeck en su "Viaje a Rusia" : "Más tarde fuimos a visitar el museo Lenin. Habitación tras habitación de retazos de la vida de un hombre. Supongo que no hay vida más documentada en la historia. Lenin no debió de tirar nada. Habitaciones y maletas enteras están llenas de pedazos de sus escritos, notas, diarios, manifiestos, panfletos; sus plumas y lápices, sus bufandas, su ropa, todo esta allí.

En este museo se saca la idea de que el mismo Lenin era consciente de su lugar en la historia. No sólo guardó cada retazos de su pensamiento y de su escritura, sino que sus fotografías están allí por ciento. Se le fotografiaba en todas partes, en todas las situaciones, y en todas las edades, casi como si hubiera previsto que alguna vez fuera a existir un museo llamado museo Lenin".

Y en el MP3 suena la banda sonora de “Habana Blues” que cantan:

“en un alma peregrina no existe ciudadanía
la bandera es un dilema, la patria y la geografía
donde quiera que me encuentre yo siento que es tierra mía”.



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