sábado, 1 de noviembre de 2008

Kiev (junio 2007)

Un cantautor dijo que las ciudades son libros que se leen con los pies.

Y yo me pateo mi nueva ciudad para aprenderme sus calles, edificios, metros y monumentos. Es cuestión de necesidades. Como yo no sé conducir, camino. Varios de los españoles de la embajada que ya llevan aquí meses, ni siquiera sabían que se podía navegar en barco. Yo lo hice el primer fin de semana.

La ciudad me gusta, aunque hay fundadas dudas sobre mi gusto estético. Tiene colores, amarillos, naranjas, rosados, azules, en las fachadas como esa islita al lado de Murano en Venecia, cuyo nombre no recuerdo; tiene curvas en sus edificios, tiene árboles y flores; tiene fachadas ornamentadas; tiene amplitud. Yo creo que hay bastante barroco (o neobarroco, vaya usted a saber) y art-nouveau.


La gente se echa a la calle en cuanto sale el sol. Van al centro y lo invaden. Los festivos cierran la calle principal al tráfico. Al principio pensé que era como en los 60 en las ciudades de provincia españolas cuando se salía a pasear y alternar por la calle mayor. Eso sí; aquí lo hacen con minifalda, cercanía física y botellón. Un botellón especial. De cerveza y las van comprando en los puestecitos de la calle y pasean con ella en la mano. (Es curioso encontrarse a la gente en cualquier lugar de la ciudad con una cerveza en la mano). Ahora pienso que Kreshchatik, que es el nombre de esta calle principal, es más bien como una discoteca donde los jóvenes acuden a relacionarse de forma barata.

Kapuscinski, un periodista polaco, perseguido por cierto por los gemelos, que me han recomendado para que me ayude a conocer el postsocialismo, lo cuenta así en “El Imperio” (escrito en 1992):

"(Kiev) Es la única de las grandes ciudades de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en la que las calles sirven no para escabullirse a casa lo más deprisa posible, sino para caminar, para pasear por ellas…

Es cálida, tranquila, mimada por el sol. Por la tarde, el centro se llena de multitudes de gente, unas multitudes, además, no políticas, que no se congregan para manifestarse sino que sencillamente, ha salido de sus agobiantes y estrechas oficinas y viviendas para tomar un poco de aire fresco, y así se ven miles de transeúntes….

La ciudad está situada sobre colinas, de ahí que algunas calles sean muy tortuosas y empinadas. Desde lo alto de las colinas se ve el valle del Dnieper y el río, desparramado como el Amazonas, como el Nilo, tranquilo, apacible, con un número ilimitado de afluentes, bahías e islas….

La arquitectura es tema para un relato aparte. Aquí pueden contemplarse todas las épocas y todos los estilos: desde monasterios e iglesias ortodoxas medievales que se han conservado por milagro hasta el horroroso realismo socialista estaliniano. Y entre ambos extremos, el barroco, el neoclasicismo y, sobre todo, el modernismo, profuso y exuberante."

Más allá del centro la ciudad es mas tranquila y silenciosa, más vacía, ¿más muerta, tal vez? Pero sigue siendo hermosa en sus edificios, en sus grandes avenidas, en la ausencia de rascacielos que están en la otra orilla del río.
Paseando te puede ocurrir de todo. El otro día me abordó uno que decía ser de Bangla Desh y me contó la típica historia de turista robado, apaleado, engañado, ignorado por la policía, desatendido por los bancos y los funcionarios de Correos. Esas historias que me contaba B. en las sobremesas para aterrorizarme y hacerme desistir de venir aquí. Yo tenía pesadillas y, en vez de rubias, me perseguían mafiosos.

Naturalmente la historia del indio, desconozco como cuernos puede declinarse el gentilicio de Bangla Desh, (no te hagas el listo R.B., yo también se buscar en google) es una historia que despierta la solidaridad natural de cualquier turista, harto de ver que no le entiende nadie y siempre receloso de que le estén engañando. Así que le di 200 Hryvnias. Si es difícil escribirlo, imaginadme pronunciándolo. Vale, le di 30 euros.

¿Era un timo? ¿Era verdad? Esta vez no lo sé. El inglés es lo que tiene, que confunde mucho. Yo creo que se lo di por no tener que seguir entendiéndole y respondiéndole en inglés. Es que me he acostumbrado a que no me entiendan por señas y como que estoy a gusto oyéndoles darme explicaciones en ucraniano, mientras sonrió y murmuro la única palabra rusa que sé: “spasiva”.

Hace tres años sí que me timaron en París y tardé en darme cuenta diez minutos. Otro turista italiano me contó otra milonga, sin dinero, sin tarjetas, y a cambio de dinero me ofrecía dos chupas de cuero de autor. Ahí me pudo la codicia, como éramos los pobres, y fui a aprovecharme de ese pobre señor en situación de necesidad. Total, por 150 euros, dos chupas de “fulaniti menganitti”, ahí es nada.

Nunca me cupieron las chupas, nunca supe de que material estaban hechas, y por allí andan embelleciendo mi autentico “fondo de armario”.

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