sábado, 1 de noviembre de 2008

aterrizando

Llueve con frecuencia. No sé si también en Madrid. Hace entre 20 y 25 grados, incluso por la noche el termómetro marca 15 grados. La lluvia interrumpe a veces mis paseos por el centro. Aquí, en algunos barrios, no hay escaparates y parece darles igual que compres o no. ¿Exceso de mano de obra, heredada de la Unión Soviética?. El tema económico-social lo tratare en otro informe.

Estoy feliz en el centro. Soy un gato de ciudad, un parisino, bebiendo gente, luces y ruido. Frecuento el cibercafé, ando en metro y, ya sé quienes se horrorizarán, compro comida en los puestos de la calle. Pero vamos a ver, almas de dios, si comiendo esa comida las rubias han salido así de lustrosas ¿no habrá que dar un voto de confianza al fast food nativo? ¿Qué es lo peor que me puede pasar? ¿Qué me salga pelo rubio? ¿Qué adelgace? Pues solo faltaba volver a Madrid con dinero, delgado y con flequillo.

Realmente lo hago por ahorrar del palo del hotel de 210 dólares. (Tener un dinerito y volverme roñoso ha sido todo uno, para que luego cuestionen el materialismo dialéctico).

Y sigo buscando una casa grande con suficientes habitaciones para que quepáis cuando vengáis a verme, pero he de reconocer que la que tengo ahora me gusta. Más espaciosa que alguna de mis casas madrileñas, con techos grandes, luminosa, quizás demasiado porque aquí amanece muy temprano y a las cinco ya hay luz y no tiene persianas, solo cortinas. Lo único que le falta es lavadora. Y mamá está tan lejos.
Mis primeras gestiones laborales (menos mal que por fin parece que hago algo, me estaba entrando complejo de PS y me estaba gustando) tienen que ver con “los niños de la guerra”. Ése será uno de mis asuntos; otro, la contratación de trabajadores ucranianos a solicitud de empresas españolas, sobre todo como temporeros (ya he hablado con Freshuelva). También las adopciones (de niños, no de rubias).

Y montar la oficina, abrir cuentas, contratar dos personas, crear una pagina web, informar de la situación laboral del país a nuestro Ministerio y ver si se puede hacer algún tipo de cooperación con la Administración Laboral de aquí.

No sé cuanto trabajo supondrá al final, pero el horario es de 8 a 15,30 con pausa para comer incluida y metiendo en jornada laboral, como indica la plataforma reivindicativa, las clases de ruso. Empiezan en junio.

El que no tiene horario es el Cónsul, guapo, elegante y soltero. Es el otro guapo y elegante soltero de Kiev.

El Consulado atendió 40 mil visados el año pasado. Además lidia con 150 entrevistas matrimoniales, de las cuales 106 fueron aprobadas, y 181 expedientes de adopción que es una de las cosas, entre otras, que me va a pasar a mí. Y además las labores de representación y otras cosas que desconozco. Es el 2º consulado de Europa en número de visados. Estos días el Cónsul está feliz no solo porque haya llegado yo para quitarle trabajo y, de paso, alegrar la vida de la embajada, sino porque ha conseguido autorización para “externalizar” gran parte de los servicios de visado. Externalizar, también aquí, joder. Creo que se lo pasan a una empresa india que recoge, clasifica y comprueba o verifica la documentación y luego se la pasa a la embajada que es quien, faltaría más, toma las decisiones finales. Otro capitulo, ya os debo dos, lo dedicaré a la burocracia kafkiana.

Pero volvamos a los “niños de la guerra”. Algunos viajan a España con el Inserso o lo que sea ahora. A Ucrania le dieron cinco plazas pero solo viajaron tres porque el resto no podía. Yo creo que la frasecita esa de “no estar para muchos trotes” la inventaron al mismo tiempo que los viajes del Inserso.

Además, el Ministerio les paga una pensión asistencial y otra por “niños de la guerra” que tengo que gestionar cada año presentando fe de vida y justificante de ingresos de los 25 que residen aquí. Espero poder ir a verles y que me cuenten batallitas para poder trasmitíroslas

El Mº de Trabajo tiene un contrato con una aseguradora para asistencia medica pero la tal aseguradora está en Rusia y parece que nadie de acá la usa. Así que mi primera gestión exitosa ha sido conseguir que nos den permiso para contratar con una aseguradora de aquí.


El resto de mis problemas laborales son, ¡por fin!, los de un típico funcionario: cuándo se cogen los “moscosos”, cuál es la mejor fecha, averiguar si se pueden acumular, entre ellos o con las vacaciones, si hay que justificarlos, y demás preguntas propias de mi condición laboral. Ya podéis imaginarme estudiando fijamente el calendario para aprovechar mejor las fiestas.

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