sábado, 27 de diciembre de 2008

el verano 2007

Han pasado ya cuatro meses y ni los peores augurios de B. sobre la peligrosidad de Kiev o de R.B. sobre la complicada convivencia con funcionarios de élite se han cumplido. Sin embargo, tampoco mi capacidad de adaptación ha resultado tan buena como yo presuponía y, a veces, tengo rachas de desanimo. Un problema: estoy rodeado de demasiados españoles y eso hace que me esfuerce menos con el idioma y que éste sea una barrera importante en mi relación con este mundo nuevo.

Sigo teniéndole un poco de miedo al invierno, yo que soy tan friolero, y me he quedado el verano trabajando para poder ir a Ibiza en diciembre. O a cualquier sitio donde haga calorcito y las muchachas sean morenas y con curvas. ¡Qué acaba uno empachado de rubitas delgaditas, joe!

El verano ha sido caluroso y lluvioso. ¿Son normales estos veranos aquí? ¿Se ha vuelto loco el clima y esto es una muestra más del calentamiento global? No lo sé. A mí esto más que clima continental me parece clima tropical. Calor húmedo y lluvias torrenciales de diez o veinte minutos. Así está luego la vegetación. Parece Galicia. Como en el paraíso, solo estirando el brazo he comido peras del árbol que está enfrente de mi balcón y me han sentado bien.

Con el calor la gente se echa a las playas del río. Casi toda la ribera es gratis total, arenosa y algo sucia, aunque hay un pequeño rincón, Hidropark, con piscinas en las que cobran euro y medio cada 5 minutos de baño, y me han hablado de playas de pago con tumbonas y de restaurantes con piscina.

La gente se baña en el río mientras desde nuestra “superioridad higiénica” les miramos aterrorizados. ¿Miles de kievitas con enfermedades epidérmicas por bañarse en ese río? No lo creo y empiezo a tenerles envidia. También beben agua de alguna de las fuentes de la ciudad y la recogen en botellas y bidones y no les he visto ningún alien dentro. Será que los mata el vodka. Nosotros mientras hacemos el hielo y el café con agua mineral.

Por la noche había bastante animación en los barcos que recorren el río convertidos en discotecas. Y en mi barrio, en el puerto, ha habido fuegos artificiales todas las noches.

Vino gente a visitarme: siete personas que se escalonaron lo suficiente como para no tener que dormir en el sofá. Visitamos la ciudad y creo que les gustó hasta el punto de que algunos repetirán, y no solo por amor, y lo utilizarán como campamento base para ir a Crimea, a Lviv, a Odessa, a Tallin. Me dieron cariño y trajeron embutidos, aceite y otras pequeñas cosas que hacen, éstas sí, que Spain sea diferente.

Aunque hace tiempo había decidido celebrar mi cumpleaños, sí, soy Leo, corriendo un maratón, la verdad es que los cumplí de una manera más exótica cenando en un restaurante azerbaijano y viendo bailar la danza del vientre a una bailarina del país. Lindo ombligo. En la embajada invité a tortilla de patatas y cava español: combinación exitosa pero no demasiado glamourosa. Según he leído a Almudena Grandes fue la formula con la que celebraron en el exilio francés la muerte del dictador.

No he seguido mi plan deportivo y he vuelto a recuperar algún kilo. ¡Adiós maratón! A cambio he seguido leyendo sobre Ucrania. He descubierto que Steinbeck, el de “Las uvas de la ira”, imagino que proletario sin mácula, viajo con Robert Capa, el fotógrafo, por la URSS en 1947. El librito de Steinbeck se titula “Viaje a Rusia” y no se tradujo al castellano hasta el 2005. En la versión yanquee venía con las fotos de Capa pero en la versión española de bolsillo que yo tengo no hay fotos: lástima. Le dedica dos capítulos a Ucrania. Ya volveré, si hay ocasión, en otros informes sobre lo que comenta.

(También, aunque es menos interesante, he leído “Érase una vez la URSS” de Dominique Lapierre sobre otro viaje, éste en 1956).

Me he comprado otro traje y ya tengo cuatro. Negro, azul, gris y azul con rayitas. Los trajes disimulan los kilos. Pero aunque la mona se vista de seda … Y a pesar de todo he ahorrado más dinero que en toda mi vida A mí, que siempre he sido cigarra, me agobia un poco esto de tener más de tres mil euros en el banco. Si, toco madera, me da un patatús sin habérmelos gastado, resucito solo para que no se los quede el banco. Antioligarquía financiera hasta el final. Y, vuelvo a tocar madera, tendré que hacer testamento para distribuir equitativamente deudas y ahorros.

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