Finalmente, entre el desinterés de gran parte de la población, a pesar de lo incierto del resultado, pero en un ambiente de normalidad democrática, se celebró la segunda ronda de las elecciones presidenciales en las que, aun sin alcanzar el 50% de los electores, se impuso Viktor Yanukovych con dos puntos y medio de ventaja sobre Yulia Tymoshenko.
La abstención fue ocho puntos mayor que en el año 2004 cuando se celebraron las ultimas y controvertidas elecciones presidenciales y el porcentaje de quienes votaron contra todos casi se duplicó (el voto en blanco en Ucrania se expresa así).
Tras silencios y titubeos, junto con un amago de acudir a los tribunales, Yulia Tymoshenko acabó resignándose a su derrota. Aunque Tymoshenko denuncio un millon de votos irregulares, todos los observadores internacionales hablaban de elecciones limpias y hasta Obama había ya felicitado a Yanukovych, El desencanto entre las filas de quienes hace seis años apoyaron la revolución naranja, y la misma división entre sus líderes, hacía muy difícil recurrir a la movilización popular que entonces acabó forzando la anulación y repetición de las elecciones y la victoria de Yuschenko. No obstante, Yulia va a intentar continuar como Primera Ministra.
El hecho de que hoy se pueda organizar una alternancia sin conflictos, no es solo signo de apatía sino también de normalidad democrática. Que las elecciones hayan sido reñidas, que se haya cubierto el desarrollo electoral en un ambiente de relativa libertad de prensa con debates en televisiones, radios y periódicos, que cientos de observadores electorales hayan sido invitados son importantes indicadores de lo que el país ha progresado desde la “Revolución naranja”.
Pero ha progresado su sociedad, no sus políticos que permanecen esencialmente los mismos. Aunque criticarlos ya no es tabú, permanece la corrupción, las querellas interminables entre facciones, la incapacidad para tomar decisiones y la dependencia de los intereses económicos de los oligarcas.
Según la Fundación Alternativas, Yulia Tymoshenko y Viktor Yanukovich son candidatos que no generan confianza y son más iguales que diferentes:”caracterizan a una clase política dividida en alianzas oligárquicas, con problemas para alcanzar consensos y acuerdos, lo cual alimenta la inestabilidad. Poseen una escasa distinción ideológica, acompañada por una tendencia a la dramatización en el enfrentamiento discursivo. Se distinguen entre sí por su opuesta vinculación regional, los intereses económicos de los clanes a los que representan y la afinidad a una determinada construcción de la nación ucraniana, bien incorporando la cultura rusa como propia junto a una matriz centroeuropea, o no haciéndolo.”
El triunfo de Yanukovich puede preocupar en Occidente por su etiqueta de “proruso" y es cierto que algunas de sus primeras declaraciones proponiendo compartir el transito del gas con el Gazprom ruso o insinuando que no hay prisa en que Rusia se vaya de Crimea o manteniendo su oposición a la Otan han causado inquietud pero no es previsible que se produzcan muchos cambios en la orientación política.
En el terreno económico la política se halla limitada por las condiciones impuestas por el FMI para seguir recibiendo los prestamos que nconsideran imprescindibles para salir de la crisis. Y aunque las relaciones con Rusia mejorarán, no parece probable que los grupos económicos que respaldan al nuevo presidente permitan que las empresas rusas penetren en Ucrania, principal objetivo del Kremlin.
El principal peligro para mi, sin embargo, es que los ucranianos, como ocurrió en Rusia, acaben asociando democracia con caos y crisis económica, y reclamen orden y autoridad (como la que llevó al poder a Putin en Rusia). Yo ya he oído a alguno de la gente que me rodea, mayoritariamente anti Yanukovich, pidiendo alguien que ponga orden aunque dicen que la fragmentación regional ucraniana hace más difícil pero no imposible una salida semiautoritaria.
(La foto panorámica es del Canciller)