sábado, 1 de octubre de 2011

PASEO POR KIEV





 Kreschatik es la principal y más famosa calle de Kiev. Tras quedar prácticamente destruida durante la invasión de la Unión Soviética por las tropas alemanas, fue reconstruida en 1943, cuando adquiere su actual aspecto: calzada y aceras amplias que sugieren proporción y equilibrio con los edificios que las flanquean a ambos lados.



El número 42 de esta concurrida calle, sin embargo, forma parte del pequeño conjunto de edificios que, construidos en la segunda mitad del siglo XIX, sobrevivió a aquella destrucción. Y este verano se ha hecho famoso por albergar en sus dependencias la sede del juzgado que, en la primera semana de agosto, mandó a la cárcel a Yulia Volodimirivna Timoshenko, dos veces primera ministra ucraniana. La última, desde diciembre de 2007 hasta marzo de 2010.

Junto a Timoshenko, su mano derecha, el Ministro del Interior, desde diciembre, el Ministro de Defensa, apenas un mes después, y un nutrido grupo de altos cargos de su gobierno han sido detenidos, acusados de malversación de fondos y abuso de poder.

El actual gobierno justifica estas detenciones amparándose en la independencia de los jueces y destacando que se trata de una lucha contra la corrupción no partidista, pues unos cuatrocientos cuadros medios del propio gobierno también han resultado implicados. Para sus críticos, se trata del último episodio de una estrategia gubernamental destinada a controlar todos los recursos del poder y que hoy busca el descabezamiento de la oposición mediante la aplicación de una suerte de justicia selectiva.

Y al fondo, el eterno problema del gas en Ucrania, origen de casi todas las grandes fortunas ucranianas y también de grandes conflictos por su control. A Timoshenko, conocida como la “princesa del gas”, se la juzga, principalmente, por los acuerdos que en 2009 alcanzó con Putin sobre el suministro y tránsito del gas. Unos acuerdos que han sido considerados lesivos para los intereses del país. Me llama la atención que uno de los puntos fundamentales de aquel acuerdo era la desaparición de la firma intermediaria RusUkrEnergo, y el entendimiento directo entre Naftogaz y Gazprom, las empresas estatales del gas ucraniana y rusa, respectivamente.

Y es que RosUkrEnergo es una misteriosa empresa registrada en Suiza y cuyos accionistas son Gazprom y dos oligarcas ucranianos, que, según Misha Glenny, experto en mafias, “no lleva a cabo ninguna actividad real, salvo comprar el gas a Gazprom en la frontera rusa y venderlo a la ucraniana Naftogaz”. De esa operación obtiene una comisión importante.

Hoy RosUkrEnergo parece resucitar. Quizás porque, como advertía Global Witness cuando se constituyó el nuevo gobierno, el actual ministro de la energía, Boyko, formaba parte en 2004 del Comité de Dirección de RosUKrEnergo al mismo tiempo que lideraba la compañía estatal de gas, a título particular y no en representación del gobierno. Y es que en Ucrania los vínculos entre política y negocios no guardan, siquiera, las apariencias.


Alrededor del número 42 acampan medio millar de seguidores de Timoshenko en protesta por la decisión del juzgado. En sus carteles se lee un deseo: “La mafia no podrá con Yulia”.



Apenas separados por diez metros y una barrera de policías y vallas metálicas, acampan también varias decenas de seguidores del actual presidente de la República, Víktor Fédorovich Yanukóvich, del Partido de las Regiones. En sus pancartas se lee “¡Basta!” o “Yulia, ¡responde!”. Han aprendido a no dejar la calle a sus oponentes y, con un gran despliegue de megafonía, bombardean sus consignas.


Es domingo, y como todos los fines de semana, parte de la calle está cerrada al tráfico. Los transeúntes que pasean por la calzada, indiferentes al espectáculo, superan con creces a los manifestantes. Mis compañeros bromean: “Parece que Timoshenko paga mejor a sus seguidores que Yanukóvich”. Desde que se difundió que los manifestantes cobraban dinero por acampar en las protestas, éstas han perdido impacto en la opinión pública.

La calle Kreschatik atraviesa la plaza principal, Maidan, o Plaza de la Independencia. Allí los kievitas se remojan los pies en las fuentes, pasean descalzos por las amplias escalinatas convertidas en estanques de agua corriente por unas horas, se suben a los monumentos para fotografiarse o entran en el centro comercial que se esconde parcialmente bajo la plaza.


En la superficie, el protagonismo de los monumentos tradicionales (la columna de la independencia, un monumento a los cuatro hermanos fundadores de la ciudad, otro monumento a un kobzar, el trovador cosaco) compite con la novedad de este año, un llamativo y cursi corazón de color rojo donde las parejas se hacen fotos.

Entre los edificios que la rodean está la oficina principal de correos, la sede del actual sindicato mayoritario , heredero del patrimonio soviético, y el conservatorio.

Nada en la plaza nos hace pensar en ella como el lugar donde a finales de 2004 nació y creció la llamada “revolución naranja”.


Los transeúntes que pasean hoy por Maidan son los desencantados de aquella revolución. Y acumulan otros varios desencantos. El de la revolución bolchevique con sus promesas de justicia y solidaridad; el de la “perestroika”, con sus promesas de transparencia; el del capitalismo, con sus promesas de progreso y libertad. A Timoshenko, esta vez, no la va a salvar la movilización de masas.

Los años que los políticos “naranjas” han tenido para transformar Ucrania han resultado años perdidos. Ni lucha contra la corrupción, ni mayor seguridad jurídica, ni fortalecimiento de la sociedad civil.



A los ojos de los ucranianos, que ven la geopolítica con distancia, ha sido más de lo mismo: la bochornosa combinación de negocios privados y asuntos públicos, la dependencia de los intereses económicos de los oligarcas.

De hecho en las pasadas elecciones presidenciales era difícil entender qué separaba a un candidato de otro. Como analizaba la Fundación Alternativas, Timoshenko y Yanukovich eran candidatos que no generaban confianza y que eran más iguales que diferentes:”caracterizan a una clase política dividida en alianzas oligárquicas, con problemas para alcanzar consensos y acuerdos, lo cual alimenta la inestabilidad. Poseen una escasa distinción ideológica, acompañada por una tendencia a la dramatización en el enfrentamiento discursivo. Se distinguen entre sí por su opuesta vinculación regional, los intereses económicos de los clanes a los que representan y la afinidad a una determinada construcción de la nación ucraniana, bien incorporando la cultura rusa como propia junto a una matriz centroeuropea, o no haciéndolo.”.

En Maidan se encuentra también el “kilometro cero” de Ucrania por el que sabemos que estamos a 2858 kilómetros de Madrid. Bastante más cerca, en el número 23 de nuestra calle Kreschatik llama la atención una marca familiar, Zara, una de las escasas inversiones españolas en Ucrania. Escasas, españolas o no, porque Ucrania figura en el puesto número 147 del ranking que establece el Banco Mundial de los países según faciliten o no, la inversión. Un ranking que cierran en el número 166 y 167, respectivamente, Iraq y Afganistán.


En el número 32, al lado de la antigua tienda soviética para turistas SUM, está la sede del Consejo Municipal. Allí podemos encontrar, seguramente, uno de los mejores ejemplos del desprestigio de la política ucraniana. EL alcalde, el excéntrico Leonid Chernovetsky, todavía nominalmente en el poder, lleva viviendo fuera de Kiev casi un año, mientras gran parte de su equipo está siendo perseguido por la Justicia.

En la sede del Consejo Municipal un reloj cuenta, marcha atrás, los días y horas que faltan para la inauguración de la Eurocopa de fútbol de junio de 2012.

La calle Kreschatik comienza en la Plaza de Europa, donde se halla el edificio de la Filarmónica y el antiguo Museo Lenin, hoy la Casa de Ucrania. Hemos llegado a la plaza y asomándonos al imponente y vasto curso del río Dnipro, mis compañeros se quejan del pobre papel de la Unión Europea. Porque la UE no tiene nada que ofrecer, porque su política exterior no asusta cuando amenaza con el palo ni atrae cuando oferta la zanahoria. La integración en la U.E. es una quimera, la desaparición del régimen de visados, un imposible, el área común de libre comercio, una bagatela.

Los oligarcas ucranianos saben que los intereses comerciales y energéticos europeos son tan dispares que es muy difícil consensuar políticas. Y así, aunque en los discursos europeos se reafirma que ninguna política comercial habría de hacer que la UE olvidase los derechos humanos y la democracia, la dinámica general de la UE ha estado dominada por la propensión de los Estados miembros a “romper filas” y celebrar acuerdos bilaterales que socavan tanto la política exterior, basada en los valores de la UE, como su unidad.



Termina nuestro paseo por la calle Kreschatik. Frente al monumento a los fundadores de la ciudad, un amigo recuerda la vieja leyenda que explica cómo llegaron aquí los normandos. Estos andaban estableciendo puestos de comercio, cuando las tribus nativas les hicieron la siguiente invitación: "Nuestra tierra es grande y rica, pero no hay ninguna ley en ella. Venid a gobernar y reinar sobre nosotros”. Sea o no verdad, recuerda a la situación actual. Un gran país sin ley, tentado de aceptar cualquier solución autoritaria, a lo Putin en Rusia, que ponga un poco de orden.

En este sentido parece ir tanto la retórica de Yanukovich, con su referencia a un fuerte poder vertical y las acusaciones a una oposición que socava la estabilidad, como sus acciones: el control del parlamento a través del fomento del transfuguismo, los ataques y limitaciones a la libertad de prensa, el regreso a una constitución presidencialista, la intimidación de la sociedad civil y el sometimiento de la judicatura.


Fotografías de NADIA BONDAR-MATSENKO

jueves, 25 de febrero de 2010

Elecciones 2

Finalmente, entre el desinterés de gran parte de la población, a pesar de lo incierto del resultado, pero en un ambiente de normalidad democrática, se celebró la segunda ronda de las elecciones presidenciales en las que, aun sin alcanzar el 50% de los electores, se impuso Viktor Yanukovych con dos puntos y medio de ventaja sobre Yulia Tymoshenko.



La abstención fue ocho puntos mayor que en el año 2004 cuando se celebraron las ultimas y controvertidas elecciones presidenciales y el porcentaje de quienes votaron contra todos casi se duplicó (el voto en blanco en Ucrania se expresa así).



Tras silencios y titubeos, junto con un amago de acudir a los tribunales, Yulia Tymoshenko acabó resignándose a su derrota. Aunque Tymoshenko denuncio un millon de votos irregulares, todos los observadores internacionales hablaban de elecciones limpias y hasta Obama había ya felicitado a Yanukovych, El desencanto entre las filas de quienes hace seis años apoyaron la revolución naranja, y la misma división entre sus líderes, hacía muy difícil recurrir a la movilización popular que entonces acabó forzando la anulación y repetición de las elecciones y la victoria de Yuschenko. No obstante, Yulia va a intentar continuar como Primera Ministra.



El hecho de que hoy se pueda organizar una alternancia sin conflictos, no es solo signo de apatía sino también de normalidad democrática. Que las elecciones hayan sido reñidas, que se haya cubierto el desarrollo electoral en un ambiente de relativa libertad de prensa con debates en televisiones, radios y periódicos, que cientos de observadores electorales hayan sido invitados son importantes indicadores de lo que el país ha progresado desde la “Revolución naranja”.



Pero ha progresado su sociedad, no sus políticos que permanecen esencialmente los mismos. Aunque criticarlos ya no es tabú, permanece la corrupción, las querellas interminables entre facciones, la incapacidad para tomar decisiones y la dependencia de los intereses económicos de los oligarcas.



Según la Fundación Alternativas, Yulia Tymoshenko y Viktor Yanukovich son candidatos que no generan confianza y son más iguales que diferentes:”caracterizan a una clase política dividida en alianzas oligárquicas, con problemas para alcanzar consensos y acuerdos, lo cual alimenta la inestabilidad. Poseen una escasa distinción ideológica, acompañada por una tendencia a la dramatización en el enfrentamiento discursivo. Se distinguen entre sí por su opuesta vinculación regional, los intereses económicos de los clanes a los que representan y la afinidad a una determinada construcción de la nación ucraniana, bien incorporando la cultura rusa como propia junto a una matriz centroeuropea, o no haciéndolo.”



El triunfo de Yanukovich puede preocupar en Occidente por su etiqueta de “proruso" y es cierto que algunas de sus primeras declaraciones proponiendo compartir el transito del gas con el Gazprom ruso o insinuando que no hay prisa en que Rusia se vaya de Crimea o manteniendo su oposición a la Otan han causado inquietud pero no es previsible que se produzcan muchos cambios en la orientación política.



En el terreno económico la política se halla limitada por las condiciones impuestas por el FMI para seguir recibiendo los prestamos que nconsideran imprescindibles para salir de la crisis. Y aunque las relaciones con Rusia mejorarán, no parece probable que los grupos económicos que respaldan al nuevo presidente permitan que las empresas rusas penetren en Ucrania, principal objetivo del Kremlin.



El principal peligro para mi, sin embargo, es que los ucranianos, como ocurrió en Rusia, acaben asociando democracia con caos y crisis económica, y reclamen orden y autoridad (como la que llevó al poder a Putin en Rusia). Yo ya he oído a alguno de la gente que me rodea, mayoritariamente anti Yanukovich, pidiendo alguien que ponga orden aunque dicen que la fragmentación regional ucraniana hace más difícil pero no imposible una salida semiautoritaria.
(La foto panorámica es del Canciller)

miércoles, 17 de febrero de 2010

Kiev

Parece que dejamos el menos X y pasamos al +1, +2, etcetera. ¡Qué dure!. Y, para animaros a venir, un vídeo de la ciudad. A partir de mayo, Kiev es una ciudad dentro de un parque. Y ya me va quedando menos tiempo aquí.

jueves, 10 de septiembre de 2009

PRESO DE/POR AMOR (POR TI NATURALMENTE)

Estoy en LVIV (o Lvov o Lemberg). En el café Mazokh. (Pronunciese Masok). Resulta que el escritor Leopold Sacher von Masoch, de antepasados españoles y antecesor de Marianne Faithfull, era de por aquí. No lo he leído pero después de una mañana de iglesias, ¡cuantas iglesias en esta ciudad!, tuvo su gracia recibir un latigazo de una amazona rubia.

martes, 5 de mayo de 2009

Sefarad


SIGO PERRO. Bordeando, sin motivo alguno, puedo jurarlo, el estado depresivo. Será por el 2-6? será porque sigo sin ligar con ucranianas? o porque llevo fatal lo de la diplomacia y me aburre la burocracia?


Así que recurro a un texto de Muñoz Molina que pensaba colocar en alguna de mis crónicas de Kiev.

Y aunque pudiese ser verdad que "al viajar uno puede convertirse en otro", yo aquí no puedo escaparme de mi sombra y sigo siendo el mismo Peter Pan pringado. Espero, al menos, regresar habiendo aprendido algo.


"A veces, en el curso de un viaje, se escuchan y se cuentan historias de viajes. Parece que al partir el recuerdo de viajes anteriores se vuelve más vivo, y también que uno escucha y agradece más las historias que le cuentan, paréntesis de valiosas palabras en el interior del otro paréntesis temporal del viaje. Quien viaja puede permanecer en un silencio que será misterioso para los desconocidos que se fijen en él o ceder sin peligro a la tentación de conversar y de volverse embustero, de mejorar un episodio de su vida al contárselo a alguien a quien no verá nunca más. No creo que sea verdad eso que dicen, que al viajar uno puede convertirse en otro: lo que sucede es que uno se aligera de sí mismo, de sus obligaciones y de su pasado, igual que reduce todo lo que posee a las pocas cosas necesarias para su equipaje. La parte más onerosa de nuestra identidad se sostiene sobre lo que los demás saben o piensan de nosotros. Nos miran y sabemos que saben, y en silencio nos fuerzan a ser lo que esperan que seamos, a actuar en cumplimiento de ciertos hábitos que nuestros actos anteriores han establecido, o de sospechas que nosotros no tenemos conciencia de haber despertado. Nos miran y no sabemos a quién pueden estar viendo en nosotros, qué inventan o deciden que somos. Para quien se encuentra contigo en el tren de un país extranjero no es más que un desconocido que sólo existe circunscrito al presente. Una mujer y un hombre se miran con una punzada de intriga y deseo al acomodarse el uno frente al otro en un tren: en ese momento están tan despojados de ayer y de mañana y de nombre como Adán y Eva al mirarse por primera vez en el Edén. Un hombre flaco y serio, de pelo corto y muy negro, de ojos grandes y oscuros, sube al tren en la estación de Praga y tal vez procura no cruzar su mirada con la de los otros pasajeros que van entrando en el mismo vagón, algunos de los cuales lo examina con recelo y decide que debe de ser judío. Tiene las manos largas y pálidas, lee un libro o se queda ausente mirando por la ventanilla, de vez en cuando sufre un golpe de tos seca y se cubre la boca con un pañuelo blanco que desliza luego casi furtivamente en un bolsillo. Cuando el tren se acerca a la frontera recién inventada entre Checoslovaquia y Austria el hombre guarda el libro y busca con cierto nerviosismo sus documentos y al llegar a la estación de Gmund se asoma enseguida al andén, como esperando ver a alguien en la solitaria oscuridad de esa hora de la noche.
Nadie sabe quién es. Si viajas sólo en un tren o caminas por una calle de una ciudad en la que nadie se conoce no eres nadie: nadie puede averiguar tu angustia, ni el motivo de tu nerviosismo mientras aguardas en el café de la estación, aunque tal vez sí el nombre de tu enfermedad, cuando observan tu palidez y escuchan el ruido de sus bronquios, cuando advierte el disimulo con que vuelves a guardar el pañuelo con el que te has tapado la boca. Pero al viajar siento que no peso, que me vuelvo invisible, que no soy nadie y puedo ser cualquiera, y esa ligereza de espíritu se trasluce en los movimientos de mi cuerpo, y voy más rápido, más desenvuelto, sin la pesadumbre de todo lo que soy, con los ojos abiertos a las incitaciones de una ciudad o de un paisaje, de una lengua que disfrutó comprendiendo y hablando, ahora más hermosa porque no es la mía. Habla Montaigne de un presuntuoso que ha vuelto de un viaje sin aprender nada: cómo iba a aprender, dice, si se llevó entero consigo."

Antonio Muñoz Molina, en Sefarad.

lunes, 2 de marzo de 2009

La comida


De lo que más te preguntan cuando regresas a Madrid es de la comida. Reconozco que yo soy un tragaldabas y que como bastante y de todo. Es la ansiedad. O que a esta edad no está uno para desperdiciar ningún placer.

Hay varias cosas que me gustan de los restaurantes ucranianos. Primero, que no tienen horarios limitados para comidas o cenas. Abren de 11 a 23 y tú puedes entrar en ellos a cualquier hora y pedir de comer o tomarte un café. Su decoración es en plan temático y lo mismo te encuentras en un barco pirata que en el salvaje oeste. Y en todos encuentras un perchero o un guardarropa donde dejar los abrigos, gorros y paraguas. En verano, además, cuando refresca por la noche, te ofrecen en las terrazas una manta que puedes echarte por los hombros.

Hay varios autoservicios de comida típica ucraniana donde puedes ver lo que quieres y señalarlo. Son cadenas baratas como Drova o Puzata Jata.

Ucrania era llamada el granero de Europa, la enorme cesta de pan de Europa. Es un país sin apenas colinas, de llanuras amarillas de trigo y de centeno. A mí el cereal típico, que se usa como guarnición, me recuerda al arroz integral aunque solo en la apariencia de cereal descasquillado a medias. Se llama algo así como “grechca”.


En su "Viaje a Rusia" se nota que Steinbeck comió a lo grande en Ucrania:"Al fin estuvo preparada la comida. Borscht ucraniano, que es una comida por sí solo, y huevos bien fritos con tocino, tomates frescos y pepinos frescos y cebollas cortadas, y las tortas planas calientes de dulce centeno, y miel, y fruta, y salchichas, todo en la mesa la vez . Y entonces el anfitrión relleno los vasos compuesta de pimienta, un tipo de vodka en el que se han introducido a remojo granos de pimienta para que tenga un gusto aromático".
Acompañan la comida con pan de centeno. Hay también una bebida barata que se llama kvas y se hace fermentando ese pan negro. Steinbeck señala que al subir a un avión: “había un desconcertante olor a levadura que no pude identificar durante algún tiempo. Es el olor del pan negro de centeno en el aliento de la gente. Y al rato, cuando tú mismo comes el pan, te acostumbras a él, y ya ni siquiera lo hueles.”

Ya he mencionado algunas de las comidas que me gustan como el potaje típico, Borscht, normalmente de color rojo, por la remolacha y que es cierto que es ya una comida por si solo pues lleva cebolla, pimiento, zanahoria, patata, col, carne. Suelen echarle "smetana", una especie de crema agria, que se le echa a casi todo, como si fuese mayonesa.

Una sopa fria que está también rica y refrescante es la “acroshca”, que se hace con muchos vegetales: perejil, cebolla verde, patatas, pepinos, rábanos, jugo de limón, smetana y kefir.

Toman muchas ensaladas o ensaladillas, entre ellas la típica rusa, que ya he comentado que aquí llaman “Olivier”. Hay una que a mi me gusta mucho y que llaman “shuba”, abrigo, porque es como una ensaladilla con remolacha que cubre unos trozos de arenque (“selodka”).

En cuanto a las pastas son muy típicas los “varenikis” y los “pelmeni”. Yo no los diferencio muy bien, son como raviolis rellenos de diferentes cosas, y los que saben dicen que los varenikis suelen ir rellenos de puré de patata u alguna verdura frita previamente, mientras que los pelmeni siempre son de carne y la masa es mas fina.

Se usa una gran cantidad de aceite de girasol. Y disfrutan de distintos tipos de tocino, “salo”.

Y en cuanto a las carnes recomendaría tres: el pollo a la Kiev, que se puede ver en las cartas de los restaurantes anglosajones y que consiste en un enrollado de pollo empanado que tiene como relleno mantequilla y queso; las “catlieti” que tienen pinta de filetes rusos y que es carne picada, con pequeñas cantidades de pan y leche, (sin embargo durante la época soviética se decía con ironía al hablar de este platoen el que cada vez había menos carne que “el pan es nuestra riqueza”); y unos filetes horneados y cubiertos de queso y champiñón.

Las cervezas son grandes hasta el punto de que uno entiende porque nosotros hablamos de cañitas. Aquí el tamaño pequeño es de 33 cl. También beben zumos naturales y yo me he aficionada al de manzana y zanahoria y al “usbar” que hacen con frutos secos.

Y acabare este rápido repaso gastronomico citando un brindis en ucraniano que le enseñaron también a Steinbeck en Ucrania y le gustó: “Bebamos para hacer felices a la gente de nuestra casa”.

viernes, 30 de enero de 2009

El gas y la mafia (enero 2009)

Leo casi divertido las noticias contradictorias sobre el conflicto del gas: que si te lo corto; que si ya hay acuerdo; que si añado mis reservas; que si así, no; que bueno, que adelante; ay, que ahora hay un problema técnico; etc. Si una chica me mete en una estrategia de negociación tan cansina abandono enseguida.

Pese a todo este lío estuve tranquilo: contra todo pronóstico y las noticias de la prensa tenía gas y, de creer a mis vecinos, no hay peligro de que me quede sin él porque en este barrio viven varios ministros y diputados. Porque ya mencioné en otra ocasión que aquí el gas es colectivo, debe ser lo único colectivo que les queda, y se enciende y apaga para todo el barrio, y casi para toda la ciudad, con idéntica temperatura.

El 20 de enero aparecieron Putin y Tymoshenko anunciando el enésimo acuerdo. El 22 la portada del Ukrainian Journal, una newsletter diaria en inglés, lleva estos titulares en portada: “Ucrania envuelta en otra controversia sobre el gas”, “La Primera Ministra cuestiona el poder del Consejo de Seguridad, controlado por el Presidente, para cambiar el acuerdo del gas ruso”, “Los servicios de inteligencia checos, que presiden la Unión Europea, creen que se repetirá pronto la disputa del gas entre Ucrania y Rusia” y “Automóvil de un juez ucraniano encontrado cerca de Kiev con un cuerpo quemado dentro”.

Si esto fuera una novela policíaca, el cadáver quemado sería la explicación de tanta pelea doméstica por el gas. Como es un diario me limitaré a suponer que una de las claves de todo el jaleo, que una Europa desunida, con espías checos o sin ellos, tiene que aguantar, debe estar en la mafia del gas. Últimamente, la mafia está de moda de nuevo pero me dicen que ahora, gracias a “Gomorra”, película y libro, la moda está lejos de esa concepción romántica que fomentaban películas como “El Padrino” o series como “Los Soprano”, y aparece vestida con sus verdaderos atuendos de salvajismo, matonismo y criminalidad. El año pasado Cronenberg retrató la mafia rusa en “Promesas del este”, peli que recomiendo.

Aquí, en cuanto te pones unas gafas de sol te dicen que eres de la mafia, como bromeando, y hay una verdadera moda de cristales tintados en los coches y todos los que son, y todos los que quieren aparentar algo, tienen visibles guardaespaldas.

Hace unos días una empresa española finalizó su relación contractual con un proveedor ucraniano y la sustituyó por otro. El nuevo ha recibido la visita del anterior y le ha advertido de que le vigilará y denunciará a la primera de cambio. Forastero, este era mi territorio y has cometido un error metiéndote en él aunque ofrezcas mejor precio y servicio. Y es que a veces se le ven mucho las manos invisibles, y hasta los puños, al mercado ese.

Otro día intentaré acercarme al papel de las mafias en la construcción del capitalismo del salvaje Este, ahora voy a intentar explicar los mecanismos que utilizan en el gas tanto los rusos como los de aquí, que convierten esto en un negocio para ambos bandos por lo que no les conviene, creo, que la sangre llegue al río. Misha Glenny ya relataba, en el libro que me recomendó J.G., “Mac Mafia; el crimen sin fronteras”, como funcionaba el mecanismo. Si vendes una cosa en un sitio a precio de favor, por debajo del precio de mercado, nada impide al comprador listillo de turno, bien colocado, revenderlo a precios de mercado en otros sitios. Glenny lo explica con el ejemplo del llamado escándalo del combustible para calefacción

Parece ser que los proveedores ucranianos y rumanos de gasóleo para calefacción destinado a Hungría, Eslovaquia y la República Checa estaban exentos del pago de impuestos sobre su producto, por lo que era considerablemente más económico que el combustible para vehículos motorizados. Pero una vez que la mercancía cruzaba la frontera, las bandas aplicaban un tratamiento químico sencillo al combustible que lo hacía apto para el consumo de los vehículos. Luego se vendía a gasolineras, pero los gángsters se quedaban con el porcentaje correspondiente a impuestos.

En el caso del gas ni siquiera hace falta el tratamiento químico: con desviar parte de lo que llega a Ucrania a precio “político” al mercado mundial, alguien se forra. Según Global Witness en su informe en inglés: “Es gas. Divertidos negocios en el comercio de gas entre Ucrania y Turkmenistan” que fue elaborado a mediados de 2006 con ocasión del anterior conflicto del gas entre Rusia y Ucrania y que se encuentra en
http://www.globalwitness.org/media_library_detail.php/479/en/its_a_gas._funny_business_in_the_turkmen_ukraine_g los que se forran son, como siempre, los intermediarios, necesarios o no. Así en el año 2002 se formó una compañía en un pueblecito perdido de Hungría, Eural Trans Gas, para acogerse a las ventajas que se ofrecían a las nuevas sociedades, por ejemplo, una exención casi total del pago de impuestos. Los conglomerados del gas natural ruso y ucraniano (Gazprom y Naftohaz Ukrainy) forman esa empresa pero sus accionistas nominales son una actriz en paro, una enfermera y su novio informático. El cuarto accionista, sin embargo, es el abogado israelí de un capo mafioso ruso. Esta empresa, en lugar de pagar un 18% en impuestos, sólo tendría que cotizar un 3% hasta el 2005. Un ahorro fiscal legal, ciertamente. Pero entonces se pregunta Global Witness ¿por qué Gazprom y Naftohaz Ukrainy negaban de plano ser propietarios de la empresa? ¿Por qué subcontratar una tarea que ellas mismas podrían haber hecho sin problemas? ¿Y por qué regalaban los frutos de estos ingresos a una minúscula empresa de un pueblecito húngaro, en lugar de disponer de ellos y brindárselos a sus accionistas? Este tinglado empresarial es continuado ahora por RosUkrEnergo, una empresa registrada en Suiza y cuyos accionistas son Gazprom y dos oligarcas ucranianos, que, según el propio Glenny, “no lleva a cabo ninguna actividad real, salvo comprar el gas a Gazprom en la frontera rusa y venderlo a la ucraniana Naftohaz. De esa operación obtiene una comisión importante”. Parece ser que la comisión es “en especie", pues obtienen un 20% del gas que venden y que, a su vez, ellos revenden al mundo, ahora ya sin precios de favor.
Uno de los acuerdos de Putin y Tymoshenko ha sido acabar el contrato con esta empresa.
Sin embargo, "un tinglado así sólo puede funcionar si cuenta con el apoyo total de los directivos ucranianos y rusos del gas. Además necesita la protección de los estados rusos y ucranianos. Resulta difícil constatar si se trata de un caso de corrupción a gran escala o de pura delincuencia, o del límite entre una cosa y la otra. Lo que demuestra más allá de toda duda, sin embargo, es que cuando una banda mafiosa convence a un estado poderoso para que consienta sus actividades o coopere con ellas, ha descubierto la palabra mágica que abre la entrada de la cueva de Aladino. Pues ningún mafioso prospera tanto como el que disfruta del apoyo estatal.”

Quizás esa participación de políticos y funcionarios a gran escala, esa complicidad del Estado, sea lo que la diferencia de la corrupción en España porque ¿no se hablaba estos días en España de un fraude de quienes recibían subvenciones para placas solares en la misma CC.AA. donde se produjo el fraude del lino? Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.